Silverio Pérez, “
Monarca del Trincherazo”, fue una figura del toreo que alcanzó niveles pocas veces vistos en la década de los 40.
El 18 de octubre de 1931 recibió en Veracruz el cadáver de su
hermano, el matador Carmelo Pérez, quien tras haber sido herido
gravemente por las astas del toro “Michín”, enfermó de pulmonía y se
había trasladado a Madrid para intentar salvar su vida.
En ese momento, Silverio prometió ser torero ante el cuerpo de su
hermano para, de alguna manera, lavar su muerte, que tuvo al toro como
principal exponente. Nadie imaginaba lo que en un fututo lograría
Silverio en el mundo de la fiesta brava.
Desde que Silverio Pérez debutó como novillero, dejó ver una
nueva forma de torear, combinando alegría con sentimiento, fusionando la
técnica española con la fortaleza indígena, a tal punto que su
pasodoble dice “¡Torero, torerazo, azteca y español!”.
Después de irse a España para actuar algunas tardes, el maestro
Silverio tomó la alternativa en Puebla el 6 de noviembre de 1938,
teniendo como padrino a Fermín Espinosa “Armillita” y a Francisco
Garráez como testigo. Confirmó en la plaza de toros El Toreo de la
Condesa el 11 de diciembre del mismo año. De nueva cuenta fue su
padrino “Armillita”, un figurón que siempre apoyó a Silverio.
Desde que se convirtió en matador de toros, Silverio subió
rápidamente en el escalafón y en poco tiempo se situó entre los toreros
más destacados de su época, rivalizando con Manuel Rodríguez
“Manolete”, a quien enfrentó en plazas mexicanas y españolas.
El también conocido como “El faraón de Texcoco” ejecutaba el quite de la chicuelina como
quizá ningún otro torero vuelva a hacerlo. Con la muleta, su toreo
derechista quedará por siempre en los anales de la fiesta, además de
inmortalizar el elegante muletazo del trincherazo. Silverio poseyó,
además, una personalidad y una elegancia únicas dentro de la historia
del toreo.
Silverio Pérez fue el primer matador en cortar un rabo en la
Plaza de Toros México, éste al toro “Barba Azul” de la ganadería de
Torrecilla, dentro de la segunda corrida en la historia del monumental
coso.
Se recuerdan grandes faenas del “Compadre”, pero para muchos, la
mejor fue la que le realizó al toro “Tanguito” la tarde el 31 de enero
de 1943, día en que tomó la alternativa otro torero muy importante,
Antonio Velásquez, “Corazón de León”.
A pesar de poseer una técnica privilegiada, “El Monarca del
Trincherazo” sufrió varios percances de consideración. El más grave fue
la cornada en un testículo que le propinó el toro “Zapatero” en 1944,
curiosamente cuando toreaba con la mano izquierda, que casi nunca
usaba.
Si algo se le puede recriminar a Silverio, es su poca variedad
con la muleta, ya que su toreo se centraba en la mano derecha. Pero la
afición ni se acordaba que existía la izquierda cuando Silverio cuajaba
grandes faenas con la diestra, faenas que hacían que el público llorara
de emoción en el tendido.
La despedida vino el 1° de marzo de 1953 en la Plaza México,
lidiando un encierro de la dehesa de San Diego de los Padres. Desde ese
entonces, Silverio se convirtió en leyenda, además de ser siempre un
referente para los jóvenes novilleros que apenas iniciaban.
Retirado, Silverio vivió en Texcoco, al lado de su esposa María
de la Paz Domínguez “Pachís”, ayudó a algunos jóvenes que querían
iniciarse en esta difícil actividad e, incluso, incursionó en la
política, siendo Presidente Municipal de su tierra.
Silverio Pérez fue un torero de época, ejemplo y admiración de las generaciones posteriores.