miércoles, 2 de enero de 2013

El Monarca del Trincherazo

Silverio Pérez, “Monarca del Trincherazo”, fue una figura del toreo que alcanzó niveles pocas veces vistos en la década de los 40.



El 18 de octubre de 1931 recibió en Veracruz el cadáver de su hermano, el matador Carmelo Pérez, quien tras haber sido herido gravemente por las astas del toro “Michín”, enfermó de pulmonía y se había trasladado a Madrid para intentar salvar su vida.
En ese momento, Silverio prometió ser torero ante el cuerpo de su hermano para, de alguna manera, lavar su muerte, que tuvo al toro como principal exponente. Nadie imaginaba lo que en un fututo lograría Silverio en el mundo de la fiesta brava.

Desde que Silverio Pérez debutó como novillero, dejó ver una nueva forma de torear, combinando alegría con sentimiento, fusionando la técnica española con la fortaleza indígena, a tal punto que su pasodoble dice “¡Torero, torerazo, azteca y español!”.

Después de irse a España para actuar algunas tardes, el maestro Silverio tomó la alternativa en Puebla el 6 de noviembre de 1938, teniendo como padrino a Fermín Espinosa “Armillita” y a Francisco Garráez como testigo. Confirmó en la plaza de toros El Toreo de la Condesa el 11 de diciembre del mismo año. De nueva cuenta fue su padrino “Armillita”, un figurón que siempre apoyó a Silverio.
Desde que se convirtió en matador de toros, Silverio subió rápidamente en el escalafón y en poco tiempo se situó entre los toreros más destacados de su época, rivalizando con Manuel Rodríguez “Manolete”, a quien enfrentó en plazas mexicanas y españolas.

El también conocido como “El faraón de Texcoco” ejecutaba el quite de la chicuelina como quizá ningún otro torero vuelva a hacerlo. Con la muleta, su toreo derechista quedará por siempre en los anales de la fiesta, además de inmortalizar el elegante muletazo del trincherazo. Silverio poseyó, además, una personalidad y una elegancia únicas dentro de la historia del toreo.

Silverio Pérez fue el primer matador en cortar un rabo en la Plaza de Toros México, éste al toro “Barba Azul” de la ganadería de Torrecilla, dentro de la segunda corrida en la historia del monumental coso.

Se recuerdan grandes faenas del “Compadre”, pero para muchos, la mejor fue la que le realizó al toro “Tanguito” la tarde el 31 de enero de 1943, día en que tomó la alternativa otro torero muy importante, Antonio Velásquez, “Corazón de León”.
A pesar de poseer una técnica privilegiada, “El Monarca del Trincherazo” sufrió varios percances de consideración. El más grave fue la cornada en un testículo que le propinó el toro “Zapatero” en 1944, curiosamente cuando toreaba con la mano izquierda, que casi nunca usaba.

Si algo se le puede recriminar a Silverio, es su poca variedad con la muleta, ya que su toreo se centraba en la mano derecha. Pero la afición ni se acordaba que existía la izquierda cuando Silverio cuajaba grandes faenas con la diestra, faenas que hacían que el público llorara de emoción en el tendido.

La despedida vino el 1° de marzo de 1953 en la Plaza México, lidiando un encierro de la dehesa de San Diego de los Padres. Desde ese entonces, Silverio se convirtió en leyenda, además de ser siempre un referente para los jóvenes novilleros que apenas iniciaban.
Retirado, Silverio vivió en Texcoco, al lado de su esposa María de la Paz Domínguez “Pachís”, ayudó a algunos jóvenes que querían iniciarse en esta difícil actividad e, incluso, incursionó en la política, siendo Presidente Municipal de su tierra.

Silverio Pérez fue un torero de época, ejemplo y admiración de las generaciones posteriores.

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